«Hay tres tipos de personas: Los que aprenden por conocimiento, los que aprenden por experiencia y los que nunca aprenden»: Jesse Livermore
El 2018 inició con un panorama lleno de incertidumbre, todo parecía indicar que el país enfrentaría diversos conflictos económicos, comerciales y sociales que afectarían el ritmo de crecimiento, principalmente derivado del proceso electoral, en especial de la elección presidencial; sin embargo, la realidad mejoró la expectativa.
El triunfo electoral de AMLO trajo la calma a los mercados financieros, logrando una apreciación del peso mexicano frente al dólar americano cercana al 11%, y si bien se ha logrado mantener relativa complacencia, hasta antes de la elección de julio, se consideraban otros dos factores con potencial de impacto en la economía, y uno de ellos es y sigue siendo el TLCAN 2.0, así como las subas de tasas de interés por parte de la Reserva Federal de USA, diciembre de este año, y quizá tres más para 2019.
Sin embargo, adicional a estos dos elementos, el endurecimiento en las decisiones en materia comercial por parte de Trump, solo ha logrado que el fantasma de una guerra comercial se materialice entre USA-China-Unión Europea, abriendo un conflicto de consecuencias imprevisibles, por la escala de los adversarios y por los efectos sistémicos.
Por otro lado, y no de menor relevancia, los actuales niveles de endeudamiento tanto de países como de corporativos relativos al PIB. El caso de USA es de suma preocupación dado que el endeudamiento de los corporativos es del 72% del PIB, del gobierno casi 100%, de particulares 77% y el sector bancario del 81%, resultando en un 330% del PIB. A ellos hay que sumar que la mayoría de las principales economías del mundo mantienen una estructura similar, derivado que a raíz de la crisis de 2007-2008, las tasas de interés se mantuvieron cerca de 0% durante casi una década. Lo preocupante realmente es que en el caso de la deuda de corporativos se triplicó en 10 años, y la mayoría de toda esa deuda tiene una calificación de BBB, solo a un nivel por arriba para no ser considerada como deuda “basura”. El ciclo de tasas bajas ha terminado y ello traerá como consecuencia que la probabilidad de defaults sea demasiado elevada en todos los sectores involucrados, y el impacto en la economía real será de proporciones devastadoras.
Hace una década empezó la gran recesión económica que partió con las hipotecas basura en Estados Unidos y terminó con un contagio masivo al resto del mundo, provocando estrepitosas caídas en las bolsas, cierre de empresas, desahucios, desempleo y una ola de rescates bancarios.
El trago fue amargo y la recuperación lenta. Cada vez que se ha producido una crisis, hemos visto periodos de sincronía de los ciclos económicos, y es justamente la sincronía de los ciclos económicos la onda expansiva que aumenta el riesgo de contagio de la recesión de un país a los demás.
El impacto inmediato que prevemos es un duro revés a los mercados accionarios y los mercados de bonos, puesto que suelen descontar por anticipado los efectos negativos de una economía, por lo que en las principales plazas accionarias estimamos caídas mayores al 40% en los próximos 24 meses.
Lo anterior lo sustentamos, al mirar a uno de los indicadores más certeros para predecir una recesión, la curva de rendimientos, que es un poderoso termómetro.
La Curva de Rendimientos se refiere a la diferencia entre las tasas de interés a corto plazo y las tasas de interés a largo plazo, en este caso de los Bonos del Tesoro de USA, y normalmente se comparan los bonos a 2 años y los de 10 años.
Si la curva aumenta, no pasa nada, significa que el panorama se ve saludable y la economía está en auge. Y cuando eso es así, quiere decir que las tasas a corto plazo son más bajas que las de largo plazo.
Pero cuando se empieza a aplanar -como está ocurriendo ahora en EE UU.- se enciende una luz de alerta.
Y si esta curva se invierte -con tasas a corto plazo más altas que las de largo plazo- la economía puede estar en serios aprietos. Por eso muchos analistas dicen que una curva invertida es peligrosa.
En estos momentos entra en juego la política fiscal del gobierno de Donald Trump, que hasta ahora ha sido expansiva, recortando impuestos y aumentando el gasto. Si revisamos los últimos 10 o 15 años, la verdad es que la historia es cruel. Nos muestra que cuando se invirtió la curva de rendimientos, hubo recesión, en la mayoría de los casos.
El diferencial de tasas entre los bonos del Tesoro de 2 años y los de 10 años es de aproximadamente 0.24%. La última vez que llegó a este nivel fue en 2007, cuando la economía de USA se encaminaba a la recesión, y terminó con un impacto directo en la economía real, así como en las bolsas de valores que vieron su punto más bajo hasta marzo de 2009 (el Dow Jones cayó poco más de 51%), es decir, dos años después de haber identificado ese aplanamiento de la curva.
¿Qué esperamos para México en caso de presentarse un escenario de recesión económica en el mundo? Debemos tener claro que el inicio de la próxima crisis financiera tendrá su origen fuera de México, sin embargo, es claro que veremos un golpe directo a las principales variables económicas, tasa de inflación por encima de lo proyectado, tasa de crecimiento de la economía a la baja, la tasa de desempleo al alza, tasas de interés al alza, caída severa en mercado accionario, y el tipo de cambio se vería impactado severamente, llevando consigo a nuestra moneda a nuevos máximos, quizá a la zona de 24-25 pesos por billete verde.
Es importante recordar que cuando alcanzó un momento crítico la crisis del 2008, el peso mexicano cotizaba alrededor de 9.85 por dólar (agosto 2008), y para marzo del 2009, cuando tocaron fondo las bolsas de valores, el peso alcanzó la cotización de 15.58 unidades por billete verde, es decir, una depreciación del 58% en tan solo 8 meses.
Sin embargo, ante este posible escenario contemplado en nuestro análisis, creemos que también se presentarán oportunidades en diversos sectores; sabemos que cuando se materializa una crisis económico-financiera también se vislumbran atractivos momentos para la construcción de los cimientos ya sea de un patrimonio familiar, o bien, de la infraestructura que requerirá un país, en este caso México, para cuando haya pasado ese trago amargo, y es posiblemente cuando el capital extranjero, en especial, el asiático, sea el verdadero ganador para el siguiente ciclo económico de bonanza a nivel mundial que atestiguaremos durante la próxima década.
Jesús M Jaramillo Díaz de León
Socio-Director
@jaramillojesus
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